¡Creo que voy a empezar a romperme!

jueves, 25 de abril de 2013

Yellow (Eusker/ Esteban)


—¿Qué sabes tú de él?

Sé que muchas chicas se fijan en sus ojos azules y su cabello desordenado, pero la mayoría se aleja porque él no deja de hablar de teatro o herrería. Sé que tiene una cicatriz en el  alma, o al menos eso fue lo que dijo la anciana vidente en Aisimer. Sé que sus hombros y su espalda son flácidos y están cubiertos de lunares, aunque tiene un abdomen fuerte.  Su estatura apenas sobrepasa diez centímetros la mía, y aunque es delgado no tiene un cuerpo espectacular. Sé lo mucho que le brillan los ojos cuando habla de viajes o escenarios. Siempre se queda callado cuando hablo, una actitud que en otras personas me molesta especialmente, pero en él me resulta agradable. Es como si realmente me escuchara, pero no encontrara palabras para contestarme. Sé que cuando está cachondo respira precipitadamente, y cuando está enojado suelta el aire con la nariz. Él siempre me llama por mi nombre completo, agregándole una connotación a cada tono.  Sé que le cuesta trabajo expresar sus sentimientos, por lo cual lo demuestra a través de comentarios que pueden resultar hirientes en ocasiones. Sé cuándo le gusta una chica, y cuando está celoso (esto último casi nunca ocurre, pero esas contadas veces me hacen rabiar) Veo que protege mucho más a Mildred que a mí, algo que en principio me irritaba inexplicablemente, pues sé lo rápido que cambia de opinión y no me gustaría estar enamorada de él. Puedo quedarme hablando con él durante horas sin que abra la boca, y cuando lo hace, es para decir una frase corta y extrañamente reconfortante. Sé que jamás lo veré con algún color que no sea azul, o gris,  y que ni siquiera un calor asfixiante lo hará quitarse la bufanda. Cuando se enoja su actitud asusta un tanto. Me enoja mucho que rompa los objetos que están a su alrededor. Conozco lo molesto que se pone cuando se habla de injusticias políticas.
Siempre huele a metal, a vainilla, a la tela suave de su ropa, a café. Es una combinación inusual a la que extrañamente te acostumbras, incluso cuando lleva un ápice de sudor.

 También sé que la historia de su vida demuestra lo valiente que es por  haberlo soportarlo todo, y aun así querer salvar a medio mundo. Su nivel de impulsividad, de espontaneidad… me preocupa a veces. He sentido su pesar, y sin embargo siempre lo he visto sonreír.

Lo he visto tener miedo y no paralizarse, sentirse triste y sonreír. Siempre intenta hacer sentir mejor a los demás, aunque él no  esté bien del todo.  Cuando tengo miedo, él de pronto se vuelve valiente, y cuando no tengo ganas de reír, él me obliga.

(Y cuando sonríe, de pronto me vuelvo invencible)
Eso claro, no lo dije.
—En realidad, no mucho—respondí.

lunes, 8 de abril de 2013

Monólogo de la salvación

La ciudad es demasiado vertiginosa, ¿no lo crees? Demasiado ruido, demasiada contaminación. Siempre rojo el asfalto, cubierto de lluvia y el reflejo de los autos. Tantas llantas que no van a ningún lado...
 Mientras tú haces acopio de todas tus conclusiones, tratando de hallar una sola con sentido. No es tiempo lo que te falta, si no tranquilidad. Se trata de tirar el ansiolítico por el lavabo y el libro de autoayuda por la ventana, para que te des cuenta de que cuando dejes de usarlos, seguirás igual que antes.
Que siempre que regreses a la ciudad seguirás igual que antes.
Y no intentes buscar respuestas en internet. No, no sirve de nada la yoga, ni la dieta ni el gimnasio. Tu psicólogo no te va a ayudar a hacer ejercicios de respiración. El budismo no te va a salvar del dolor. Y mucho menos ese disco de los Bee Gees.
Porque solo tú puedes salvarte a ti mismo. En el fondo, lo sabes. Pero no quieres hacerlo.
De hecho, tampoco tiene nada de malo.
Hasta que te das cuenta de que si te escudas bajo la misma excusa de siempre "Ha sido un mal día" nada te garantiza que al final no terminarás diciendo "Ha sido una mala vida"
Por eso, para salvarte a ti mismo, olvidate de salvarte.
Antes de que pases toda tu vida creyendo que podrías solucionarla, como si fuera un problema.
Si es un problema, solo el fin del problema supone la salvación. Y no creo que quieras eso.
No, no. Tú pierde el tiempo y no sufras al hacerlo, porque si no lo haces en realidad lo habrás ganado. Como cuando el final de esta entrada se descontrola. Reparas en que no importa.
El caso es escribir, que si no lo haces te sientes vacía. ¿Qué más da si es bueno o malo?
Vive y te darás cuenta de que el mejor consejo filosófico que podrás recibir jamás vendrá de una suricata animada y un jabalí de una película para niños.
(Hakuna Matata)
Qué más da.
Suelto un YOLO de una vez.
Carpe Diem.
Me vale madres.
Filosofía pura, ah.