Veo las alas de una mariposa. Atigradas, negras, rotas. Esparcidas por el suelo, cubiertas bajo la tierra. No entiendo nada. Una criatura tan frágil, ¿puede participar en algo tan irreal como la muerte?
¿Por qué?
Se ha caído, como tú. Ha dejado de volar.
¿Como no dudar, en un mundo tan frágil?
Como volar, en un mundo tan frágil.
Era imposible.
Otra mentira. Ya no sé cuantas van. He dejado de actuar hace unas horas, señalan las agujas del reloj. No dejan de girar. Tic, tac, tic, tac. Un compás desagradable. Tic, tac, tic, tac. El silencio insoportable.
Falta, falta. Faltan los acordes. La sangre corre, y no deja de correr. Sal, cruza, atraviesa la puerta. Al menos hará viento, eso decían las arpas. ¿Era falso también?
Nadie lo sabe. Y mucho menos tú,
tan aturdida por el chirrido agradable y lejano del arco de madera,
perdida entre las manos que te causaban ceguera
Buscando una grulla de papel verde, que nunca existió.
(Al igual que tú, quiere nacer)